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LA GRÁFICA DE LA SEMANA. Ecuador: Pongamos las barbas en remojo.


Ecuador fue uno de los países latinoamericanos que recorrió una experiencia de gobierno progresista a partir del año 2007 y hasta 2016 cuando el entonces presidente Rafael Correa fue sustituido por el actual, Lenin Boltaire Moreno. Una década atrás Correa asumió idéntico desafío que el resto de los gobernantes progresistas: países endeudados, empobrecidos y con estados incapaces de liderar la recuperación.

Como podemos constatar en la gráfica que hoy presentamos, en el año 2007 hubo 5.483.489 personas que vivían en condiciones de pobreza, de los cuales el 61% (más de 3 millones) eran habitantes de zonas rurales, donde la población originaria de Ecuador es preponderante.

Durante una década se sumó en este país andino el crecimiento económico y la voluntad y decisión política de distribuir los frutos de una etapa más próspera. Y los resultados están a la vista: la pobreza descendió desde un 36.7% de su población total (urbana y rural) a 22,9% en 2016. Ello significó un descenso de las personas pobres en las zonas rurales del 31%, es decir 1.027.281, mientras que en las zonas urbanas tal disminución comprendió a 511.043 habitantes. La extrema pobreza bajó en total un 47,2% (urbana - 43,2% y rural - 47,3%), o sea 918.706 ecuatorianos menos en situación de indigencia.

El año 2015 fue un año complicado. Comienzó a revertirse el auge de los precios internacionales (cae el del petróleo a partir de junio 2014), el crecimiento se detiene y con ello el impacto en la economía campesina. Los niveles de pobreza aumentan y el candidato del entonces presidente Correa, Lenin Moreno, gana la presidencia en 2016 por muy escaso margen. Y lo que parecía un continuismo del progresismo se trastocó en un retorno del neoliberalismo.

El ajuste no se hizo esperar, y el descenso de los niveles de vida con su consecuencia inmediata en el aumento de la pobreza se consolidó, especialmente en los sectores sociales originarios que habitan el área rural. En los dos últimos años (2017-18) los pobres en las zonas rurales aumentaron en 180.000 personas mientras en las zonas urbanas afectó a 23.000. Estaba claro de donde habría de surgir la resistencia a un programa retrógrado que la gran mayoría no había votado.

El acuerdo con el FMI fue el detonante, pues un futuro incierto se materializaba en el decreto 883 con un ajuste salvaje contra la población más humilde. Otra vez el FMI. Primero descalabró a Argentina, ahora desestabiliza a Ecuador. Por eso, cuando en Uruguay la derecha habla de ajuste y vemos arder las barbas de nuestros vecinos, tenemos que poner las nuestras en remojo.


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