COMPETITIVIDAD, DIVINO TESORO.
La competitividad parece ser un término de moda en este mundo mercantil[1]. Hasta el plan de gobierno de Lacalle Pou, habla de competitividad, que, aunque reconocemos cierto análisis de mayor sustento que el de los “autoconvocados”, tampoco va mucho más allá, sumando una serie de contradicciones a lo largo de todo el texto “Un gobierno para evolucionar” dónde presenta las líneas programáticas del sector. Es que el concepto de competitividad, como tantos otros en economía política, es diverso. O sea, existen muchos conceptos de competitividad, no solo el de las elites de poder económico.
Sobre el tema de la competitividad tratará el presente artículo, y si bien no referirá a todo el plan de “Todos” (valga la redundancia), comentará algunos aspectos relacionados al tema en cuestión. Un “Todos” que ya de pique y en su propio nombre, deja fuera al 52% de la población, o sea, a “Todas”, pero esto solo mencionarlo como antesala de marzo, pues será tema de otros artículos.
[1] En tanto que mercantil, en salvaje competencia, que obliga a renovarse productivamente casi a diario a riesgo de quedar obsoletos.